El tejido industrial de los países desarrollados siempre se ha encontrado en una constante búsqueda del incremento de la eficiencia de sus métodos de producción y de la excelencia productiva como clave para el mantenimiento de su posición hegemónica global.

Las regiones donde la fabricación avanzada es dominante han mostrado una capacidad mayor para estabilizar los momentos de dificultades económicas globales.

Esta situación unida al hecho de que las mayores economías ya no se encuentran en la tríada tradicional (Europa, Norteamérica y Japón), y que sus puestos están siendo sustituidos por países emergentes, con China como principal potencia mundial de las próximas décadas, está generando un discurso propicio para la vuelta de la industria que fue deslocalizada en las últimas décadas del s. XX

El mundo unipolar de las últimas décadas ha dado paso a un panorama global multipolar, en el que la realidad de los procesos productivos y su distribución geográfica puede variar, y en el que vamos a observar una industrialización y re-industrialización de zonas donde el mayor volumen de negocio parece provenir de actividades post-industriales, pero no como algo independiente, sino conectando ambos paradigmas.

El aumento de la autonomía de los procesos productivos, está ligado en gran medida a una mayor automatización de las factorías, así como al aumento de la autonomía de los procesos productivos, que cada vez requieren de una menor cantidad de trabajadores y permiten una mayor flexibilidad de las líneas productivas.

La smart-factory en el centro de la cuarta revolución industrial

El modelo ideal de la smart-factory, o fábrica inteligente, emplea una serie de tecnologías que en Europa se han venido a agrupar bajo el concepto de industria 4.0.

Estamos ante un modelo de factoría mucho más versátil, capaz de adaptarse más fácilmente a la demanda, y de producir elementos diferenciados, alejándose de estructuras de repetición rígidas.

Esto es posible gracias a la convergencia de la intercomunicación entre las diferentes máquinas, una mayor robotización, la fabricación totalmente autónoma a partir de ficheros digitales, el uso extendido de sistemas robóticos y de máquinas más versátiles -como el caso de la fabricación aditiva-, así como la mayor capacidad de aprendizaje de unos sistemas cada vez más inteligentes, capaces de aprender de la acumulación de experiencias anteriores, algo que se puede incluir dentro de las capacidades del Big Data para la industria productiva.

El salto desde las primeras máquinas de cálculo numérico, capaces de fabricar con  apenas la supervisión y alimentación del operario hasta las capacidades de los actuales sistemas de fabricación digital es enorme. La reducción del tamaño y costes, unido a un aumento de la capacidad de cómputo de los procesadores actuales nos llevan a un mundo donde todos los dispositivos parecen ser “inteligentes” desde frigoríficos a automóviles se parecen cada vez más a una computadora..

Esta situación no es descabellada, desde 2007, un automóvil medio en EE.UU. tiene aproximadamente 60 microprocesadores y la electrónica ha pasado a acercarse al 40% de su coste de producción según el Center For Automotive Research con sede en Michigan.

Nos encontramos además en un momento en el que se avanza hacia una factoría cada vez más urbana. Unas fábricas cada vez más compactas, eficientes y limpias permiten que esto sea así.

En nuestro entorno, Paris, Berlin y Londres compiten por su alta capacidad en la atracción del mayor capital industrial posible, compitiendo por convertirse en capitales regionales de la robótica.

Recientemente, Chiara Corazza, directora general de la asociación Paris-Ile de France Capitale Économique, creada por la cámara de comercio local afirmaba que en lo que queda hasta 2020 se invertirán en París más de 1000 millones en industria 4.0. Y no es de extrañar que este tipo de rivalidades lleven a hechos como la fracturación de la UE que se avecina.

Pero no solo estamos ante máquinas más inteligentes, limpias, con capacidad para predecir incluso sus propios fallos o de responder rápidamente a la demanda.

De forma tangencial a las ramas más punteras de la fabricación avanzada, se observa una dinámica por la que la maquinaria es mucho más accesible al pequeño taller y la pequeña factoría.

No solo nos encontramos ante un paradigma de hiper-automatización de grandes factorías de las grandes empresas industriales y su concentración en los grandes polos de poder económico-político.

Observamos también potencial para un proceso de neoindustrialización gracias al abaratamiento de los costes de entrada y como resultado de la diversificación y convergencia de las tecnologías de fabricación y TIC con otros sectores tradicionalmente más alejados de la gran industria.

Las nuevas capacidades productivas que se nos presentan son capaces de permitir que pequeñas empresas integren todo el vertical desde la concepción al diseño y la fabricación, manteniéndose cerca del cliente final.

Esta revitalización de los procesos productivos e incluso la generación de nuevos tejidos pequeño-industriales en nuevas regiones es posible gracias a tecnologías como la fabricación aditiva, capaces de reducir costes y acercar la producción a la demanda, así como simplificar los procesos de ingeniería y diseño.

La evolución de la gran empresa industrial

La gran empresa industrial ha pasado las últimas décadas por un enorme proceso de descentralización tanto territorial como de desverticalización de la producción.

El proceso de descentralización territorial cumplía con la finalidad tanto de alimentar nuevos mercados, como de buscar entornos donde el factor trabajo tenía unos costes menores.

Paralelamente, empresas auxiliares empezaron a encargarse de gran parte de las labores necesarias para la producción alrededor de las grandes fábricas de integradores en sectores como el automovilístico.

De esta forma, los antiguos polos industriales europeos y estadounidenses empezaron a desarrollar labores de más alta cualificación y mucho más valor añadido.

Sin embargo, el incremento del precio de la mano de obra en países como China y la reducción de la necesidad de operarios, así como el interés por retener sectores estratégicos por parte gubernamental, está propiciando una “vuelta de la fabricación” y un interés cada vez mayor en que el proceso de descentralización productivo se convierta en una producción más distribuida, probablemente mucho más integrada regionalmente.

Pero aunque algunos analistas quieran ver un colapso del mundo del empleo por culpa de la robotización, los datos muestran que uno de los mayores fabricantes del mundo, General Electric, pese a facturar 60.000 millones de dólares al año en equipamiento industrial y  4.000 millones en software, su principal línea de negocio es el mantenimiento y las operaciones, un proceso con gran implicación humana.

Por otro lado, uno de los problemas de la empresa rígida de gran tamaño industrial, dada su característica que podríamos asimilar a una gran economía planificada, puede carecer de la capacidad de innovación y ruptura que tienen elementos del tejido productivo e ingenieril más pequeños.

Por eso, tras haber pasado por una época de fuerte financiarización, la industria se está dedicando a crecer adquiriendo proyectos innovadores.

Las automovilísticas poseen importantes entidades bancarias y los fabricantes aeronáuticos han orientado su negocio al leasing, no a la venta.

Grandes fabricantes clásicos como Siemens lanzan venture capitals para financiar a pequeñas start-ups con proyectos innovadores que aspiren a renovar los sistemas de producción, y entre sus financiados aparecen nombres como Lagoa, que desarrolla sistemas de visualización 3D o CounterTack, desarrollador de software de ciberseguridad.

En el mundo de una fabricación más automatizada y conectada, nuevos campos van a aparecer dentro de la gran empresa.

El desarrollo y mantenimiento de software es ya parte de toda empresa industrial, el internet industrial o internet de las cosas toma posiciones dentro de factorías que dependen cada vez más de información en la nube y comunicaciones entre dispositivos.

Y obviamente, cuando se habla de actores de tanto tamaño, la seguridad se tiene que reconvertir en ciberseguridad.

La batalla por la eficiencia a gran escala es una de la base del discurso de la gran industria, los motivos energéticos y medioambientales son necesarios para el desarrollo de la industria urbana y una menor mano de obra permite una transformación del tejido productivo de cara a su implantación en las zonas que han visto desaparecer su industria.