La impresión 3D es una auténtica revolución en la manera de fabricar. Junto a la ciencia de materiales, la conectividad, la robótica y otras disciplinas, va a cambiarlo todo.

Pero no se cambia el mundo haciendo yodas y batarangs. Ni siquiera con pizzas. Y esa es la impresión 3D que encandiló a los medios, la de las corbatas y los vasos y las pizzas, las máquinas domésticas baratas y el Do-It-Yourself. Y esa es la que ha fracasado.

El 31 de Marzo, Pinshape cerrará, y esta misma semana, Solidoodle ha anunciado el cese de operaciones. 3DSystems y Stratasys llevan tiempo funcionando mal en bolsa.

Muchos proyectos de apariencia atractiva en impresión 3D acaban mal.

Las empresas de impresión 3D empiezan a ofrecerse como «consultores» (todos ellos) porque se venden menos impresoras y ya no salen cada vez más y más baratas.

Mientras El Corte Inglés incluye la impresión 3D en la publicidad de su 75 Aniversario porque representa la «alta tecnología» en los medios, está cada vez más claro que las impresoras no van a coger su lugar al lado de cada microondas.

Pero eso ya lo sabíamos, algunos: y no pocos, sino muchos. Otra cosa es que no te lo digan mucho o muy alto, porque si la realidad no debe arruinarte un buen titular, menos ha de arruinarte una ronda de financiación o la venta de una máquina a un cliente que no la necesita.

Fascinaciones y desengaños

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El término «impresión 3D» es una golosina para los medios de comunicación, un cebo que muerden una y otra vez sin descanso, mezclando importantes avances con numerosas sandeces y noticias repetidas una y otra vez sobre que la impresión 3D nos va a hacer la comida mañana. Repito: no es verdad, y no lo va a ser.

¿Qué ocurre cuando alguien se da cuenta que no lo es?

Que se siente timado y comienza a pensar que todo lo que verá en adelante impresión 3D es una burbuja. Entretando, mucha gente ha hecho el agosto alrededor de ella sin muchos escrúpulos.

No es un proceso nuevo. Hubo burbuja de las «puntocom», pero al final Krugman no tuvo razón y si, Internet ha cambiado el mundo.

Podríamos seguir hablando de la misma situación en anteriores revoluciones. Es, quizá, lo que pudo pensar alguien de la imprenta cuando de ella empezaron a salir sólo biblias y relatos guarros… mientras hubieron de pasar muchos años para que los «journals«, las revistas científicas, revolucionasen la ciencia.

O lo que dijeron de la cadena de montaje, que, lógicamente, tardó mucho tiempo en superar a la técnica artesana. Y la millonaria industria del cine comenzó como fenómeno de feria. No pasa nada, es una historia vieja.

Demasiado que abarcar

La impresión 3D, básicamente, consiste en añadir capas de material hasta conseguir el objeto deseado, mientras que la fabricación industrial tradicional consiste en sustraer a, o deformar, un bloque de material. Fabricación, he dicho. Casi nada. No es amplio el término, no.

Pues sí: la fabricación, y también la fabricación aditiva, son un mundo amplísimo, formado por muchas tecnologías diferentes (y cada vez más) que sirven para imprimir con diferentes materiales, en diferentes tamaños, sean cuales sean las características físico-mecánicas del objeto.

Estamos hablando de algo que potencialmente puede sustituir a un alto porcentaje de los procesos industriales actuales y que marcará sensiblemente lo que ahora llamamos neoindustria (que se hará, algún dia, también vieja, pero lo de la máquina de hacer cosas de Star Trek no está a la vista todavía).

Por qué ha fracasado la impresión 3D doméstica

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Insistiré en que la industria continuará, y la fábrica no se trasladará nunca del todo a casa. Yo prácticamente no tengo en casa ni herramientas de bricolaje. No queremos hacer el esfuerzo de hacer nuestros vasos fabricándolos en lugar de comprarlos en el chino. O los hacemos y ya no tenemos nada que hacer con la impresora. Sin duda, habrá una impresora (una diferente en cada lugar) cada pocas casas, pero no en todas las casas.

Muchas tiendas la tendrán, habrán talleres de fabricación con ellas (ya están los fablabs), y la industria del mantenimiento, desde el autónomo a la gran empresa, las usarán.

Pero para imprimir yo todo lo que necesito precisaría cientos de ingenieros trabajando en exclusiva para mí, con decenas de impresoras 3D por valor de muchos millones de euros. O sea: que sí, que se puede hacer, pero que la impresora es una herramienta, que aún necesita personas para conseguir hacer lo que otras personas necesitan. La división del trabajo sigue siendo la esencia del desarrollo humano y lo que nos puso a salvo de los depredadores y nos tiene viviendo cinco veces más tiempo y con más calidad. Y lo que le queda por dar. El «hazlo tú mismo» es genial para quien quiera hacerlo él mismo, pero yo no quiero hacerlo todo yo.

Qué está ocurriendo realmente

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¿Es una industria en crecimiento? Sin duda. ¿Hay cada vez más actores? Claro. ¿Se está consolidando y despegará varias veces, llegando a crecer exponencialmente? Sí.

Porque, mientras las impresoras de chocolate deslumbran al mundo (no tengo nada en contra del chocolate), los límites de este tipo de fabricación se van rompiendo.

HP abre sus puertas aditivas, la medicina cada vez encuentra más aplicaciones, mientras las aplicaciones específicamente de bioimpresión y las 3D multifunción avanzan, la ingeniería va a cambiar sustancialmente a partir de aplicaciones de la impresión 3D.

Airbus pasa el 50% de la fabricación a fabricación aditiva, parece claro que el sistema de patentes va a hacer aguas antes de cambiar gracias a esta tecnologia, se amplian los materiales con grafeno o vidrio, se combinan impresión 3D y otras máquinas herramienta

De manera que la revolución tecnológica es un hecho aplastante y el impacto en nuestras vidas ya comienza a notarse en cosas realmente importantes.

Me alegro, me alegro y me alegro

Por tanto, algunos profesionales nos alegramos de que la burbuja se desinfle y deje de parecer un fenómeno de feria como el cinematógrafo. Sí, nos alegramos de que la burbuja fiestera, el hype que ha movido enormes inversiones a apuestas fantasiosas sin una orientación clara de mercado, comience a retirarse.

De esa forma, la impresión 3D podrá empezar la verdadera revolución redirigiendo esas inversiones y esfuerzos, y comenzar a cambiar cómo construimos, sanamos, viajamos, investigamos, y fabricamos todo tipo de cosas. Esas cosas con las que vivimos. El mundo, vamos.

La impresión 3D ha muerto. ¡Larga vida a la impresión 3D!

Arcam impresiín 3d con metal implantes


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