Grupos industriales importantes fundados en los sesenta por el gobierno chino y hoy privatizadas, se reinventan gracias a estas nuevas tecnologías, como el grupo KOCEL, que a día de hoy fabrica piezas usando tecnología 3D para General Electric, Siemens y otros grandes actores internacionales.
Según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, las solicitudes chinas suman una cuarta parte de las patentes en impresión 3D y robótica, haciendo de China el único país en «vías de desarrollo» con un desarrollo de la innovación tecnológica al nivel de los países con mayor potencial industrial.
El año pasado, el CEO de Materialise, Fried Vancraen, expresó en el TCT Asia su sentir sobre China como la “región de mayor crecimiento industrial” en fabricación aditiva. Vancraen dice esperar que las alianzas en China traigan la experiencia de su compañía en el sector médico e impresión 3D personalizada a una región que ya se está probando por sí misma como un digno competidor en el mercado global de fabricación aditiva.
La investigación del Instituto Global McKinsey arroja para China buenos resultados en la innovación centrada en el cliente y orientada hacia la eficiencia, incluyendo la electrónica de consumo, servicios de Internet y la fabricación flexible. Según McKinsey, nuevas oportunidades podrían contribuir con de mil a más de dos mil millones de dólares estadounidenses al año para la economía china, o el 24 por ciento del crecimiento total del PIB en 2025, si continúa la transformación de la fabricación, en particular la digitalización.
Mientras desde los despachos, figuras más conservadoras como He Jun del Instituto de Economía Industrial de la Chinese Academy of Social Sciences creen que la fabricación aditiva es un pequeño factor en la enorme estructura industrial de China y que es pronto para decir si la nueva orientación sería una jugada inteligente, los más cercanos a los laboratorios como Feng Lin (jefe de equipo en el laboratorio de biofabricación y prototipado rápido de la Universidad de Tsinghua, o Lu Bingheng de la Academia China de Ciencias y que enseña actualmente impresión 3D en la Universidad de Xi’an Jiaotong) argumentan que la investigación es imparable en el país y que definitivamente se verá pronto el gran impacto de la aplicación de estas tecnologías.
Se espera pues cierto debate al respecto en las “dos reuniones anuales de asesores” de este año, donde se sentarán planes específicos para las aspiraciones sobre manufactura en el país de aquí a 2025.
Entre tanto, ya se dan colaboraciones entre universidades y empresas que investigan y producen mediante impresión 3D prótesis a la medida para niños, sin coste para los pacientes.
La creciente población consumidora trae la contrapartida de ofrecer un problema en cuanto a la construcción de nueva vivienda, donde también se prueban soluciones de mano de la fabricación aditiva.
Sin embargo, en cuanto a investigación, las aplicaciones médicas son la punta de lanza en un país del que cabe esperar estrategias a largo plazo y la inversión en las variantes de la impresión 3D que con menos coste resulten más versátiles y beneficiosas, como lo es la extrusión fundida, base de la fabricación de tejidos vivos y prótesis.
A la hora de invertir en China, es imprescindible conocer la ideosincrasia propia del lugar. Recordemos que según su calendario están en su año 4716, y su medio siglo de política de paciente captación de divisas. Para cualquier relación comercial con China es importante tener en cuenta esta ideosincrasia, lo que implica entender la cultura y la Historia del país, ofertar calidad en lugar de entrar en batallas de precios, no obviar las relaciones personales en el trato empresarial y por supuesto tampoco el inevitable control gubernamental.
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