La bicicleta es un medio de transporte que simplifica mucho el movimiento sin necesidad de combustible, grandes gastos de mantenimiento ni necesidad de dedicar grandes espacios en las ciudades a su circulación o almacenamiento.
Por eso, parece que el modelo de ciudad con una importante presencia de la bicicleta se va extender en los próximos años y la matriz de trasporte de nuestras ciudades estará fuertemente influenciada por su presencia.
La bicicleta es un concepto sencillo, fácilmente replicable con unos buenos conocimientos de soldadura -pero con costes de mercado ya muy asumibles- y donde casi todos los componentes son fácilmente accesibles en el mercado.
Pero claro, también hacen falta unos buenos conocimientos de biomecánica o la mano de un buen artesano para que el diseño de la bicicleta sea cómodo y estable.
Muchas veces nos planteamos que el concepto del hardware abierto y libre parte más de la existencia de planos, recetas e instrucciones para poder replicar fácilmente el proceso que han llevado a construir algo.
Y claro, que posteriormente ese objeto pueda ser adaptado a las necesidades de cada proyecto, que sea modular y permita mejoras.
Muchas veces buscaremos que los componentes necesarios sean fáciles de encontrar y baratos por encima de que todos los componentes sean open source o libres, pues la mayor parte de los estándares industriales ya son una «especie de código libre».
Siguiendo esta filosofía, surgió The Bike Project, un proyecto que busca que el cuadro de una bicicleta sea sencilla de fabricar a partir de tubos y uniones impresas en 3D, sustituyendo así la pericia del soldador.
Los dos diseñadores holandeses buscan liberar completamente y de forma gratuita los diseños que todo el mundo pueda fabricar una bicicleta a partir de componentes básicos y por un precio ajustado.
Y, a su vez, permitiendo que cada bicicleta fabricada sea única y adaptada a su usuario.
Es una empresa arriesgada intentar que un producto como este sea seguro y resistente empleando tecnología de impresión 3D doméstica, pero los creadores del proyecto no ocultan su interés en que así sea.
Su idea persigue una bicicleta totalmente modular, dónde se busca que todas las piezas puedan ser sustituidas sin apenas herramientas especializadas.
Y principalmente busca potenciar lo que ya ocurre con casi todas las bicicletas que ruedan por nuestras ciudades, que sean únicas, pero todavía más.
Liberar un proyecto de estas características genera un gran potencial, pues los diseños pasan a estar a disposición de todo aquel que quiera y necesite fabricar una nueva bicicleta, desde el usuario a aquel que lo haga por hobby, hasta pequeñas empresas, asociaciones o incluso colectivos barriales.
Este tipo de iniciativas permite generar riqueza de forma distribuida que crece de forma rizomática y adaptándose a las necesidades de cada entorno que los aplica, por lo que no sería extraño poder encontrar a pequeños fabricantes vendiendo bicicletas fabricadas localmente y personalizadas a pequeños comercios, bici-mensajeros o padres: simples ciudadanos.
Abre la posibilidad a la creación de pequeños talleres comunitarios donde reparar y fabricar, creando no solo riqueza si no también bienestar y convivencia.
Y aquel que ha liberado el producto, lejos (o gracias a) perder el control sobre su idea, lo que a cambio ve es como el número de ingenieros y diseñadores crece a medida que los usuarios comienzan a usar, reparar y adaptar.
Parece que tendremos que esperar a que la bicicleta de Open Bike Project funcione, pues sus autores creen que a la tercera iteración irá la vencida -vamos por la segunda-, pero es cierto que otras iniciativas similares ya han intentado crear bicicletas libres y que, por otro lado, solo es cuestión de tiempo que algunas bicicletas comiencen a fabricarse empleando la impresión 3D.
Sin ir más lejos, la bicicleta ganadora del Eurobike Awards 2015 fue una bicicleta de montaña con un cuadro fabricado en plástico usando fabricación aditiva.
Sin embargo, nos queremos quedar con el potencial creador de las nuevas lógicas industriales en la época digital, donde los diseños son capaces de generar sinergias y aumentar su potencial creador si su explotación no se intenta centralizar detrás de una patente.
Donde la riqueza se genera de forma distribuida y puede llegar a muchas más manos e interpretaciones gracias a que las herramientas y conocimientos necesarios son cada vez más comunes.
Y, principalmente, gracias a que el mejor aliado puede surgir de forma inesperada en cualquier persona que haya empezado a trabajar sobre el mismo aspecto en cualquier otro taller (o empresa), por alguien que necesite solucionar el mismo problema, o este dispuesto a financiar o cooperar nuestra investigación.
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