Han transcurrido casi 150 años desde que Julio Verne publicara “De la tierra a la luna”, y 49 años desde que el Apollo 11 trajera la primera muestra de suelo del satélite, diez años después de que Hergé publicara la aventura de Tintín que da título a este post.

Actualmente, el uso de la impresión 3D para, y en el espacio, se está convirtiendo en un tema cada vez más candente. Los científicos apuntan a que esta tecnología se ha convertido en un gran paso hacia delante para un amplio rango de proyectos.

De este modo, las tecnologías de manufactura aditiva permitirían la construcción de grandes estructuras desde el mismo espacio. Una de estas tecnologías, desarrollada por la NASA, es Spiderfab, capaz de trabajar combinando estructuras de alta resistencia con materiales conductores para construir componentes multifuncionales tales como antenas. La técnica permite que los materiales usados para la construcción puedan ser almacenados en una forma extremadamente compacta, y procesados en órbita para formar estructuras optimizadas. De este modo, se podrían desplegar reflectores, antenas, paneles solares y radiadores cuyo tamaño superara en dos o más órdenes de magnitud a los dispositivos actuales, cuyo tamaño está limitado por la eficiencia de empaquetamiento y que es a veces insuficiente para las grandes estructuras, de dimensiones kilométricas, necesarias para algunas aplicaciones.

La construcción de estas estructuras, tanto en órbita como desde estaciones en otros planetas y satélites, permitirían reducir el material, y por tanto el peso, que debería ser propulsado desde la Tierra. Además, haría posible la utilización in situ de los cada vez más abundantes residuos espaciales que orbitan alrededor del planeta, o del material procedente de asteroides en misiones de exploración del espacio.

En este sentido, hace ya un año que las redes sociales, concretamente Twitter, hicieron saltar la noticia que que un equipo de la Universidad de Washington, liderado por el profesor Amit Bandyopadhyay, había creado una impresora 3D capaz de usar regolito lunar como materia prima para la impresión en 3D. En concreto, la impresora convertía el regolito cristalino en regolito nanocristalino y/o regolito amorfo. De este modo, la idea de fabricar bases lunares impresas en 3D se hacía más plausible.

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Recientemente, la compañía aeroespacial Aerojet Rocketdyne ha solicitado al profesor Bandyopadhyay, y al profesor Susmita Bose que investiguen la polibilidad de imprimir en 3D un microsatélite a partir de metal y materiales cerámicos, El objetivo final es un microsatélite del tamaño de una taza de café, propulsado por lo que será el motor cohete de propergol líquido más pequeño existente.

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