En el último lustro, gracias a la fabricación aditiva, se han llevado a cabo diversas y novedosas investigaciones médicas y farmacológicas orientadas a explotar la posibilidad de producir medicamentos personalizados, así como toda clase de dispositivos médicos igualmente adaptados al paciente. Hasta que no ha logrado consolidarse la impresión 3D, todos estos avances eran inviables o excesivamente costosos.

Por ello, cada vez más empresas farmacéuticas o fabricantes médicos han mostrado un profundo interés en la adopción de la impresión 3D como método de fabricación.

Actualmente, las herramientas más populares y utilizadas en investigación para el desarrollo de medicamentos personalizados mediante impresión 3D, son las impresoras de inyección térmica. Este tipo de impresoras 3D pueden ser utilizadas fácilmente para fabricar medicamentos a base de polvo, lo que trae consigo un significativo cambio en la estructura que aporta mayores opciones de posología de la medicación, una mayor facilidad a la hora de tragar o disolver, y opciones más atractivas de presentación, especialmente para los niños, mediante la impresión en cualquier forma y tamaño de los medicamentos.

Los comprimidos/pastillas resultantes se pueden personalizar capa a capa según las necesidades del paciente, con la dosificación precisa de cada ingrediente a nivel granular.  Además, el uso de la tecnología de impresión 3D en el diseño y creación de prototipos también reduce enormemente el desperdicio de material a la hora de fabricar e investigar los medicamentos.

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Por otro lado, la posibilidad de realizar ensayos clínicos y pruebas de toxicidad en tejidos impresos en 3D, es otra de las grandes ventajas que acompaña a esta nueva tecnología, eliminando así la necesidad de realizar pruebas con animales evitando su sufrimiento.

Aunque es verdad que estas razones son suficientes para marcar un antes y un después en la producción farmacéutica, y la industria de la salud en general, también hay que reconocer que este tipo de fabricación tiene varios inconvenientes que están contribuyendo a su lento desarrollo.

Por un lado, la industria farmacéutica se enfrenta a grandes retos para obtener la aprobación de los distintos organismos reguladores gubernamentales para la aplicación médica de la impresión 3D, ya que una vez que se popularice, por la propia naturaleza de esta tecnología, habrá muchas posibilidades de que se falsifique en el mercado.

Por lo que de momento, la mayoría de los productos actuales que se desarrollan utilizando la impresión 3D pertenecen en gran medida a áreas muy específicas de aplicación, tales como implantes médicos, guías quirúrgicas, prótesis, ortopedia, ortodoncia y modelos anatómicos para cirugía.

También hay una gran cantidad de oportunidades futuras en aplicaciones sanitarias como la creación de estructuras óseas o férulas traqueales de las vías respiratorias.

 

Pero el mayor de los inconvenientes que presenta esta tecnología es que de momento sólo es rentable para tratamientos muy especializados y de pequeña escala de fabricación.

Tal como señala la consultora Frost & Sullivan, como resultado de su última investigación:

“Si comparamos esta nueva manera de fabricar medicamentos con la que se ha ido practicando hasta la fecha, podemos ver que las ventajas son innumerables. Pero si hablamos de fabricar a gran escala, empezamos a encontrarnos con los primeros problemas.

La fabricación tradicional sigue siendo más económica, por lo que se espera que de momento la creación de medicamentos mediante la impresión 3D se destine principalmente a enfermedades raras y tratamientos muy especializados”.

Actualización:

La FDA autorizó la prescripción de medicamentos fabricados mediante impresión 3D, en este caso el primero fue el Spritam, de la compañía Aprecia Pharmaceuticals.


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