Numerosos sectores han hecho sus primeros acercamientos al mercado de la fabricación aditiva equipando sus centros tecnológicos con estas tecnologías, con el fin de que las empresas asociadas a los mismos pudieran beneficiarse de las mismas sin tener que asumir la inversión necesaria, al menos en etapas tempranas de implantación.

Aquellos que comenzamos en el sector de la fabricación aditiva, impresión 3D o prototipado rápido como se denominaba en sus comienzos, hemos visto cómo este pasaba de ser una herramienta exclusiva para ciertas multinacionales o instituciones a un método de fabricación que cada día ofrece más oportunidades a una gran diversidad de industrias y sectores profesionales.

También pasamos por una época oscura, de la que ya hemos hablado en diversas ocasiones, en la que se vendía como la panacea que sustituiría cualquier otro método de fabricación y de la que, por suerte, ya solo quedan algunos ilusos que sencillamente se niegan a caer de su ensueño.

Podemos afirmar por tanto que, en el sur de los continentes de Europeo y Américano, este sector ha madurado y se puede considerar un activo fiable.

Esa curva de crecimiento que nos hizo pensar que antes o después acabaría explotando ya se ha estabilizado y siendo ascendente ya se puede considerar realista.

Este fenómeno en cierto modo era normal, es algo que viene ocurriendo desde la revolución industrial cada vez que aparecía una tecnología con posibilidades de cambiar los modos de producción, comunicación o planificación establecidos hasta ese momento, y seguro que antes de esa revolución también ocurría.

¿Qué está pasando con los centros tecnológicos actualmente?

Con poco que busquemos en el histórico de noticias de cualquier periódico podemos ver cómo, durante los últimos diez años, cada vez han sido más los centros tecnológicos que han implantado servicios de fabricación aditiva en sus catálogos de servicios con el fin de que sus asociados pudieran beneficiarse de los mismos.

El plan inicialmente parecía ser bueno, y de hecho ha propiciado que la mayoría de sectores productivos dispongan hoy de servicios de fabricación aditiva proporcionados por sus centros tecnológicos.

Pero hemos de tener en cuenta que muchos de los equipos adquiridos por estos centros tecnológicos tienen un alto coste de adquisición y mantenimiento, además de requerir personal especializado para que los manejen, por lo que en el momento en que se adquirieron con fondos públicos y el flujo de entrada de subvenciones era constante, dicha inversión parecía factible, pero todos sabemos que ese panorama no fue duradero, por lo que hace unos años que empezamos a ver como estos centros se veían imposibilitados a mantener la estructura tecnológica adquirida y tampoco a venderla, ya que se había pagado con fondos estatales.

¿Cuáles son las consecuencias?

En ese momento estos organismos, que inicialmente solo iban a dar servicio a sus asociados, se tienen que tirar al mercado y venderle sus servicios a cualquiera que los demande con el fin de conseguir los fondos necesarios que les permitan mantener las estructuras tecnológicas y humanas que actualmente tienen, lo cual aparentemente parece lícito y lógico, pero hay un problema enorme en esta ecuación, y es que en su gran mayoría no tienen costes de amortización de la maquinaria adquirida y en algunos casos ni tan siquiera de personal, por lo que aparece la competencia desleal.

Este último término siempre lo he detestado en cierto modo ya que en muchas ocasiones se utiliza para acusar a quien ha conseguido una cuota de mercado alta mediante sus propios medios.

Pero en esta ocasión no es así, porque las damnificadas aquí son todas aquellas empresas que intentan ganarse la vida en este sector sin ayudas públicas y teniendo que cubrir todos los costes que ello conlleva asumiendo unos gastos mucho más altos que los centros tecnológicos.

Entonces nos encontramos con el mismo problema que han sufrido otros tantos sectores, la ayuda estatal que inicialmente los iba a impulsar al final lo que ha hecho ha sido frenarlos en seco, y seguro que en un futuro no muy lejano el propio aumento de demanda acaba sobrepasando a estos organismos y permitiendo que las empresas privadas tengan cierta igualdad de condiciones.

Pero hasta entonces

¿Quién mantiene una empresa con unos altos costes de mantenimiento que compite contra una entidad estatal o mantenida por el estado?

Desde luego existen muchas empresas que se mantienen e incluso consiguen crecer, pero nunca sabremos qué podría ser de este sector si no hubiese tenido ese palo en las ruedas, o quizás baste con ver a países cercanos como Italia que sin haber subvencionado ciertos sectores productivos actualmente cuenta con un índice de crecimiento digno de tener en cuenta.

Para quien todavía no entienda a qué me refiero puede ver este corto video que explica cómo Nueva Zelanda tras una gran crisis económica decidió dejar de subvencionar al sector de la agricultura y actualmente es uno de los países más avanzados a nivel internacional dentro del mismo.

Estaremos encantados de debatir vuestras opiniones y soluciones a este problema en los comentarios del post.

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